martes, 28 de octubre de 2014

otra sustancia esquiva


Y qué puedo hacer yo si mi padre tenía que morirse algún día. De alguna manera, toda mi vida había consistido en mostrar que él sí tenía un lugar, pero terminé con el alma dislocada. Hasta que, al final, ocurrió lo inevitable. Igualmente, viene ella hoy a decirme que lo nuestro es imposible. ¡Qué puedo hacer yo si ni siquiera lo había notado! Me pregunto cómo pudo pasar tanto tiempo en la cuerda floja. Recuerdo que el cadáver de mi padre se derritió como un agujero negro entre mis manos. Ahora ella se convierte en otra sustancia esquiva. Al menos, tuve aliento para practicar una canción recién inventada y, mientras lo hacía, aproveché para hacer un inventario de lo que soy. Y, ¿a qué llegué? A la conclusión de que, ante todo, debo aceptar la infinita soledad a la que mi nombre responde. Los hombres de la funeraria me advirtieron que el cadáver pesaría mucho, pero yo me sentí en el deber de ayudarles a cargarlo. Lo solté a destiempo y alcanzó a golpearse contra el ataúd, pero sentí que desde algún lugar me agradecía el esfuerzo. Qué pensará ella ahora que acepto su partida. Tal vez lo mismo que pensé yo cuando le reproché a mi padre que me dejara solo cuando niño. ¡Y pensar que en realidad no lo estaba!

No hay comentarios:

Publicar un comentario