domingo, 7 de septiembre de 2014

A veces para hablar

A veces para hablar hay que nombrar la tristeza. Así se disipan las sombras y se puede empezar a pensar. ¿En qué? De repente, te ves rodeado… por las personas que hablan de negocios, por los autos que intentan llegar al lugar del que huyen, por recuerdos recientes, una discusión inútil, una tortura larga y dolorosa que aún tratas de digerir fantaseando.

   Sin embargo, está el sabor del café para calmarte y la expectativa de un encuentro próximo. Nada mejor que hacer música con los amigos y luego compartir un buen almuerzo. La desolación no deja de buscarte pero ya sabes dejarla hablar sin ponerte nervioso. Incluso, revisas el reloj para ver si aún tienes un poco más de tiempo para que te susurre cosas al oído. Igual, sabes que si mueves el cuerpo ella no podrá ser más que una vieja piel de serpiente.

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