A esta hora podría tomar mil decisiones
distintas y todas serían iguales si fuese más fuerte que mis carencias. Por
supuesto, llegará quien me destruya, pero al menos soy consciente de que si
estoy aquí es porque algo preparo, una canción, un verso o una idea para retar
a mis alumnos. Así volveré a contarme entre los otros. Por ahora la soledad es
una buena aliada. Solía causarme vergüenza, pero me consuela el irremediable olvido
al que todo está destinado, ese objeto que está al otro lado de la balanza para
pesarlo todo. Tal vez prenda la chimenea o busque en la guitarra la respuesta a una canción que no descifro. Aunque,
en realidad, preferiría meterla al fuego y hacer posible un recuerdo memorable:
el sonido de las cuerdas reventándose.
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